
PELOTITA RACISTA
¿Por qué los cholos no pueden jugar al fútbol? ¿Por qué quienes viven en los Andes ya no pueden presenciar partidos de alto nivel?.
La decisión de la FIFA de no jugar en escenarios ubicados a más de 2,500 metros de altura sobre el nivel del mar es una postura racista en el fútbol, lamentable y censurable desde todo punto de vista, más aún si viene del máximo ente rector del balompié.
¿Quién se ha creído que es el suizo Joseph Blatter, mandamás de la FIFA, para que de la noche a la mañana decida que quienes viven a más de 2,500 metros sobre el nivel del mar no puede ver jugar a las estrellas del fútbol? Es decir, ¿los blanquitos y quienes viven en la costa si lo pueden hacer? ¿Por qué unos si y otros no?
Con el razonamiento de Blatter, que a más de 2,500 metros de altura es imposible jugar por las condiciones del clima, también debe vetarse jugar en zonas del mundo donde el calor es insoportable o el frío hace estragos, como en Inglaterra o Rusia.
Por donde se lo mire, la postura de la FIFA tiene tintes de racismo. Algunos opinan que esta decisión responde a intereses comerciales que han exigido no jugar en altura ya que no hay show mediático y por ende los ingresos comerciales decaen considerablemente.
Uno de los beneficiados con esta medida es Brasil, cuyos cracks juegan en Europa y “sufren” cuando deben defender a su país en ciudades bolivianas, por ejemplo. La idea sería que los cariocas siempre asistan a los mundiales y evitar o eliminar el riesgo de que alguien los deje fuera de una copa mundial. Como se sabe, Brasil es un jugoso aperitivo comercial y cualquier partido que realicen en un mundial deja ingentes ingresos económicos.
Sin hipocresías
Para dejarnos de hipocresías, sería mejor que la FIFA decida de una vez por todas cuáles son los países que van a jugar siempre un mundial y que naciones no. O que publique una lista con las selecciones nacionales que siempre son negocio en la cancha, cuáles dejan mayores ganancias y que por la ley del mercado deben siempre estar en un campeonato mundial.
De este modo, sinceramos mejor las cosas y queda en claro que el fútbol desde la perspectiva de la FIFA es un negocio más y como tal debe ser tratado. Eso de sudar la camiseta y entregarse por su selección, ya fue. Más bien, una sugerencia: las camisetas de las selecciones ya no deben representar los colores de su bandera sino los distintivos de la moneda que rige cada país. El negocio de la FIFA quedaría redondo.
Mayo del 2007
Ignacio Arana Bullón
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